¿Cuándo regresará Ayolas, Virgen del El hambre le nubla el cerebro y le hace Buen Aire? ¿Cuándo regresarán los desvariar. Ahora culpa a los jefes de la que fueron al Brasil en pos de víveres? situaci6n. jEl hambre!, jel hambre!, jay!; ¿Cuándo terminará este martirio y par- clavar los dientes en un trozo de carne! tirán hacia Ia comarca del metal y de Pero no lo hay... no lo hay... las perlas? Se muerde los labios, pero de ellos brota el rugido que aterroriza. Y Hoy mismo, con su hermano Francisco, su mirada turbia vuelve hacia los platos sosteniéndose el uno al otro, registraron donde el pintado escudo del Marqués el campamento. No queda nada que de Santillana finge a su extravío una fru- robar. Su hermano ha ofrecido vana- ta roja y verde. mente, a cambio de un armadillo, de una culebra, de un cuero, de un boca- Baitos, el ballestero, también imagina. do, la única alhaja que posee: ese anillo Acurrucado en un rinc6n de su tienda, de plata que le entregó su madre al zar- sobre el suelo duro, piensa que el Ade- par de Sanlúcar y en el que hay labrada lantado y sus capitanes se regalan con una cruz. Pero así hubiera ofrecido una maravillosos festines, mientras el perece montaña de oro, no lo hubiera logrado, con las entrañas arañadas por el ham- porque no lo hay, porque n lo hay... No bre. Su odio contra los jefes se toma en- hay más que ceñirse el vientre que pun- tonces más frenético. Esa rabia le man- zan los dolores y doblarse en dos y tiritar tiene, le alimenta, le impide echarse a en un rincón de la tienda. morir. Es un odio que nada justifica, pero que en su vida sin fervores obra como El viento esparce el hedor de los ahor- un estímulo violento. En Morón de la cados. Baítos abre los ojos y se pasa la Frontera detestaba a1 señorío. Si vino lengua sobre los labios deformes. ¡Los a América fue porque creyó que aquí ahorcados! Esta noche le toca a su her- se harían ricos los caballeros y los villa- mano montar guardia junto al patíbulo. nos, y no existirían diferencias. ¡Cómo se Alii estará ahora, con Ia ballesta. ¿Por equivocó! España no envió a las Indias qué no arrastrarse hasta él? Entre los dos armada con tanta hidalguía como la podrán descender uno de los cuerpos y que fondeó en el Rio de la Plata. Todos entonces... se las daban de duques. En los puentes y en las cámaras departían como si estu- Toma su ancho cuchillo de caza y sale vieran en palacios. Baítos les ha espiado tambaleándose. con los ojos pequeños, entrecerrándolos bajo las cejas pobladas. El único que Es una noche muy fría del mes de junio. para él algo valía, pues se acercaba a La luna macilenta hace palidecer las veces a la soldadesca, era Juan Osorio, chozas, las tiendas y los fuegos escasos. y ya se sabe lo que paso: le asesinaron Dijérase que por unas horas habrá paz en el Janeiro. Le asesinaron los seño- con los indios, famélicos también, pues res por temor y por envidia. jAh, cuán- ha amenguado el ataque. Baitos bus- to, cuánto les odia, con sus ceremonias ca su camino a ciegas entre las matas, y sus aires! ¡Cómo si no nacieran todos hacia las horcas. Por aquí debe de ser. de idéntica manera! Y más ira le causa Si, alii están, alii están, como tres péndu- cuando pretenden endulzar el tono y los grotescos, los tres cuerpos mutilados. hablar a los marineros como si fueran sus Cuelgan, sin brazos, sin piernas... Unos iguales. Mentiras, mentiras! Tentado esta pasos más y los alcanzara. Su hermano de alegrarse por el desastre de la funda- andará cerca. Unos pasos más... ci6n que tan recio golpe ha asestado a las ambiciones de esos falsos príncipes. jSi!¿Y por qué no alegrarse? 8143t